Una aguja en un pajar (de la cultura en la gran urbe)

11.07.2023

En aquella imagen de la aguja en el pajar, el quid de la cuestión es encontrar algo de valor que se esconde entre cientos de cosas que resultan triviales. A pesar de que la forma puede ser semejante en algún sentido, no lo es el material ni la utilidad de aquello que se desea encontrar.

Con la cultura y el arte pasa lo mismo. Aunque en los grandes centros urbanos pareciera que éstos están por todas partes, un gran porcentaje es ruido y sobre-información que nos apabulla hasta que empezamos a incorporarlo como parte del paisaje -visual, olfativo, táctil y sonoro-. Mientras el olor de la comida chatarra lo inunda todo, una canción distinta de género urbano suena en cada esquina y la visual se nubla con las decenas de carteles, mientras nos chocamos con otras personas igual de alienadas.

Es por eso que encontrar un espacio alejado -pero no tanto- da la posibilidad de conectar con una realidad distinta. El arte y las disciplinas que tienen que ver con la mejora física, racional y emocional, no deben ser sepultadas bajo toneladas de concreto y humo, sino ser resguardadas y practicadas en cualquier reducto donde sea posible. Y así, poco a poco, poder inundar las casas y los departamentos con pequeños momentos íntimos (individuales o colectivos) de quehacer artístico o físico.

Ya sea dibujar, cantar o practicar yoga, es necesario encontrar un momento donde la conexión con algo trascendente atraviese y desgarre la rutina y la alienación propias de la vida moderna (o posmoderna).

Otra frase muy conocida es aquella que dice que la práctica hace al maestro, pero probablemente al imaginar esa situación, pensamos en una persona que repite una y mil veces aquello que lo va a convertir en maestr@. Y en esas miles de repeticiones, el error aparece como algo marginal, secundario. Sin embargo, es menester comprender que esa práctica es a consciencia y es la superación constante de errores. Por eso, el momento de práctica de la disciplina que sea, debe ser un tiempo para encontrarse también con el error y la frustración. 

En tiempos en donde la inmediatez de lo digital nos permite desentendernos de los errores y la frustración, considero necesario el encuentro cara a cara con ellos. Y también el abrazo con ambos. La vida misma es un continuo de errores que se superan y situaciones que no resultan como lo esperamos, por eso la práctica de alguna de las disciplinas mencionadas deben permitirnos, también, estar preparad@s. Un acorde que no suena, un trazo que "arruina" una pintura, un error al leer en voz alta, son también amigos con los que podemos contar y que nos anticipan un sinfín de situaciones futuras. Un@ puede enojarse -preferentemente durante poco tiempo- e inclusive fantasear con abandonar la práctica, pero debe estar segur@ de que al final no lo hará y que ese momento es único e irrepetible, y que debe ser aprovechado al máximo una y otra vez. 

Por eso insto a abrazar la práctica a consciencia, el error y la frustración. Veámonos al espejo y entendamos que necesitamos equivocarnos y también que cada momento de auto-castigo es tiempo perdido de práctica y de encuentro con un@ mism@.

¡Que vivan el arte, la cultura, el error y la frustración!

Juan Pablo Mounier